LA ÚLTIMA MIRADA

«La última mirada. La última vez que los animales ven a sus dueños antes de que los abandonen»

Salgo con tranquilidad de casa a hacer mi día. Regreso. Noto algo diferente en los alrededores de mi casa. Un gato blanco. Lo distingo de otros gatos porque nunca ha habido uno tan impoluto entre las camadas de gatos abandonados. Además, es adulto. Llama mucho la atención en su pelaje una mancha rojiza. Me acerco. Le falta una oreja entera. podría parecer que se ha peleado con un perro. Tampoco me extrañaría pensar que alguna persona le ha infligido daño, no es la primera vez que escucho que hay jóvenes dándole patadas a gatos. 

Desde ese día estuve un mes entero viendo al gato cada vez que llegaba. Mirándome a lo lejos, pidiendo ayuda. Desconocedora de si alguien llegó a preocuparse o no, el día 2 de septiembre decidí enviar un mensaje a la cuenta de animales perdidos o encontrados de Valsequillo (@noapvalsequillo). Por desgracia, a pesar de haberse comunicado con el ayuntamiento, yo seguía viéndolo ahí a diario.

La concienciación, una labor de todos

Hubo un día que no lo vi, y pensé, ilusa de mí, que se lo habrían llevado. 

Pero llegó el 22 de septiembre. Esto acaba hoy, pensé.  Pero no podía enfrentarme a ello sola.

Me puse en contacto con una amiga que ama a los animales tanto como yo y le expliqué la situación del gatito. 

Le echamos un ojo, le pusimos algo de comida y nos preparamos para ir al veterinario a preguntar qué podíamos hacer ya que el ayuntamiento no se movió. Como nunca ha hecho con todos los animales abandonados que hay en el pueblo. 

Se me partía el corazón cada vez que lo veía sufriendo con la herida abierta. Y por lo que sé, muchos vecinos pusieron un granito de arena, preocupados por la salud del animal, que a pesar de estar en pésimas condiciones, se acercaba a recibir amor, como si en algún momento hubiese tenido hogar. Como si alguna vez lo hubieran querido. Como si, al verlo enfermar, lo hubieran abandonado. Por miedo, por desconocimiento, o por inhumanidad.

Decidimos coger el trasportín, engañarlo con un poco de pienso y llevárnoslo.  Asustado comenzó a retorcerse sin saber qué estaba pasando. 

El veterinario nos dijo, muy a nuestro pesar, que el gato al igual que otros gatos blancos, tenía carcinoma de células escamosas. Sí, cáncer.

Los gatos no saben de qué color son, pero estos en concreto al ser de piel clara tienen muchas papeletas a sufrir esta patología. Que si se hubiera detectado a tiempo, o pagado el tratamiento, podría haberle dado una vida muy feliz. 

Así que a fin de cuentas no podíamos hacer nada por él. Evitarle el sufrimiento o dejarlo morir poco a poco, cada vez más deteriorado, sin hogar. Por su bien, y por decisión unánime, recibió eutanasia.

Clínica veterinaria del pueblo

Quiero agradecer de manera pública la ayuda altruista que nos proporcionó la clínica del pueblo, que atendió al gato y a su vez se hizo cargo de los costes, realizando una labor de concienciación y siendo un ejemplo a seguir. 

Cada día que paso por mi casa me pregunto cómo alguien pudo abandonarlo ahí, sin más. En su peor momento.

Una vez leí que normalmente los dueños de sus mascotas las dejan solas cuando van a morir, y estas sin entender nada están dando vueltas en la sala del veterinario buscando unos ojos conocidos, un último adiós, una despedida. 

Nosotras sin ser sus dueñas decidimos acompañarlo en el proceso. Con el corazón un poco vacío, un poco roto, decidimos lanzar al barranco un par de flores y algunos deseos al aire. Un deseo por cada flor. Por más concienciación, por un buen viaje a su nueva vida, porque ningún animal más tenga que sufrir, por su felicidad. 

Porque por desgracia, España va en cabeza como país que sufre más abandono animal.

Aunque podrías pensar que en pleno 2023 la mayoría de la población debería ser consciente de que el abandono animal es un delito, aparte de maltrato, parece ser que hay muchas personas sin remordimientos. Usar a los animales hasta que estos no nos benefician más no es parte de un cuidado responsable. 

Según la Fundación Affinity, las seis principales razones que las familias alegan al entregar su animal de compañía a un refugio son: las camadas no deseadas (18.6%), el comportamiento del animal (12.3%), la pérdida del interés por este (11.6%), el fin de la temporada de caza (11.4%), los factores económicos (8.9%) y los cambios de vivienda (7.8%).

Estos datos por otro lado dejan bastante claro que tenemos mucho que aprender y que mejorar como seres racionales. No es para nada de recibo que los albergues y perreras estén desbordados de animalitos continuamente.

Cuántas Navidades revivimos la misma imagen:  padres que le regalan mascotas a sus hijos que claramente saben que no cuidarán. Y en muchos casos personas que se mudan a un hogar que no permite animales a pesar de tener mascotas, teniendo que delegar su responsabilidad a terceros.

Sabemos además que la vida media de los gatos y perros es aproximadamente de 14 años, es decir, que tendremos que acompañar a nuestros amigos peludos casi un quindenio, si es que no fallecen por causas mayores. 

Esto me hace llegar a la siguiente conclusión: no nos merecemos a los animales. En general. No solamente destruimos sus ecosistemas y los desprendemos de un hogar por nuestras necesidades egoístas sino que, además, a aquellos que son capaces de querernos tras años de adaptación y domesticación, los dejamos morir a su suerte en la calle.

LEYVA OJEDA PEÑATE

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