NUESTRAS CORRECTAS PALABRAS CANARIAS

Donina Romero

A veces no sé donde arrojar mi mal humor cuando oigo a nuestros niños canarios jugar en la playa o en los parques hablando sin ningún atractivo de palabras canarias en sus labios, y noto que la alegría al verlos se me desvanece lentamente como una puesta de sol al oírles decir prácticamente todo en peninsular pero sin el seseo. Y conste que no quiero hacer de esto una historia lacrimógena, pero creo que el clima cultural que rodea a los niños de hoy se ha ido convirtiendo en una cuerda (soga) que, cada vez más apretada, les ha ido cerrando el cerco hacia el olvido del conocimiento del lenguaje de la tierra que les vio nacer.

Sin ir más lejos, este último verano, me fui con mi esposo (pariente) a darnos unos días de remojón en nuestra maravillosa playa de Las Canteras. Un grupito de niños no tan niños, mojados como pollos y envueltos de arena sus cuerpos como croquetas a punto de freír, hablaban divertidos de sus cosas, y entre las palabras que oí, medusas (aguavivas), portal (zaguán), cubos (baldes), globos (sopladeras), fastidiar (jeringar), torcido (cambado, aunque lo correcto es combado), miedo (chirgo), niñato (chiquillaje, machango), marea alta (reboso), desconsuelo (magua) y un larguísimo etcétera, hizo que se me cayera el alma a los pies, aparte de ofender mi fuerte sentimiento patriótico isleño que creo lo tengo desde mi adolescencia.

Pero servidora de ustedes, quisquillosa como siempre para esto de defender a capa y espada mis convicciones lingüísticas canarias, me atreví a introducirme entre aquella chiquillería llena de vida y más inquieta que un rabo de perinqué. Les expuse en canario todas las palabras que ellos decían en peninsular, contestándome alguno de ellos que no era su culpa sino la de sus profesores, que les ‘obligaban’ a hablar correcto pues lo nuestro era ‘incorrecto’. Al oír esto, casi me da un ataque de rabia, y no me cogí las vigas del techo porque las playas no tienen techo. Y les digo yo aquí a estos ‘cultos’ profesores, como otras tantas veces he defendido, que la palabra es libre como las palomas, que tiene movilidad geográfica y que darle alas a las mismas siempre que estén contempladas como correctas en nuestro Diccionario de la Lengua Española, es una demostración de sabiduría y cultura. ¡Vamos, faltaría más!

DONINA ROMERO

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