EL TÍO ABUELO CUBANO

Corrían los años 30, las revueltas nacionales mantenían en vilo, unas islas pobres, donde los únicos supervivientes eran terratenientes, la propiedad era parcelas de labranza y pastoreo y no todos tenían la suerte del “cachito tierra”, con o sin regadío para la supervivencia.

Manuel Suárez, el bisabuelo de la Pepina, que se casó con la Bisabuela María Pérez y habían fundado una gran familia, siempre anduvieron preocupados por esa necesidad de superación, pero en aquellos años de penuria, cada hijo era una suerte y un halo de supervivencia para salir adelante. 

Así en el cénit de aquella familia nacida en las cuevas de la Pepina en el barrio de la Gavia. Se contaron, por nombres tantos hermanos como siete eran: Juan, Manuel, Pepe, Domingo, Carmen, Jesús y Benita. Una retahíla de sueños, de niños a jóvenes, donde el futuro llegaba en noticias encapsuladas desde la capital Las Palmas o la ciudad emergente de Telde.

Había indicios de la instauración de la república, contra una monarquía que siempre asfixió sin mayor cortesía que la España de los Borbones. Herencias de postín y reinados de palacios arrebatados y de sangres azules descoloridas.

Juan, había convencido a Manuel y a punto estaba de hacerlo con Pepe, por las noticias que llegaban del Caribe, la miseria tiene una cara triste y la dignidad un valor alegre. La isla de Cuba estaba en pleno apogeo, una corriente de empatías auguraba que la perla del Caribe fuera a más, entre la abundancia de ubicarse estratégicamente entre varios continentes además de ser la plataforma de lanzamiento de la América Latina con el norte de los Yankis. 

Un tío bisabuelo, habló con Manuel Suárez, padre de la familia y le contó buenas noticias de allende los mares. Y así fue como ante la incertidumbre de la hambruna y de una guerra civil en puertas, decidieran la aventura cubana como ejemplo de migración normal de supervivencia.

Fueron muchos los que midieron tamaña aventura y otros tantos los que llenaron los barcos que partían del Muelle la Luz, para las américas repletos con aquellas maletas de madera y las alpargatas puestas anhelando el sueño del mañana mejor.

Pepe, habló con Benita y le pidió a su padre, que la más pequeña de la familia, se quedara con la cueva en la vista de la Pepina, si quería casarse, mientras hacían perras para volver, tendrían un lugar seguro sin mayor desembolso. La hermana Carmen, se había casado con Juan Morales, que a punto estuvo de ser convencido para tirar al Caribe también, pero el amor y la responsabilidad les contuvo.

Y tanto Manuel Suárez, como el otro hermano, Juan casado con una mujer de Tenerife, decidieron partir a la buena de Dios. Aquellas plegarias de sueños, de la partida, del desenlace, de la aventura con lo puesto, los tres tíos abuelos no se amedrentaron y decidieron cambiar sus vidas para siempre.

FELI SANTANA

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