CÓMO CAMBIAN LAS COSAS

   "...acto celebrado en la la Plaza de Tifaritti y el pueblo de Valsequillo...ausente"            Hace tiempo me comentaron que, después de las elecciones municipales había salido elegido alcalde de Tejeda un señor que no era de ese pueblo y no sé muy bien si en Artenara pasó un caso parecido. A mí no me cabía en la cabeza como la gente de un pueblo determinado puede votar por una persona foránea, por más simpática que les parezca. Esto es algo que me supera y no lo termino de encajar y aunque pueda parecer chovinismo en estos casos le hago caso al refrán que dice que más vale malo conocido que bueno por conocer.

«…acto celebrado en la Plaza de Tifaritti y el pueblo de Valsequillo…ausente»

 

      Recuerdo aquel Valsequillo lejano cuando casi toda la gente, por no decir toda nos conocíamos, recuerdo, por ejemplo, un grupo de gente altruistas cien por cien como fueron: Domingo Quevedo, Lelo del Pino, Miguelito Rodríguez, Antoñito Santana, Fermín del Pino, Paquito Ramírez, Chano Peña, Claudio López, Pepe Ramírez, Víctor Peña (conocido como Lili), presidente y directivos del club de fútbol de Valsequillo y me queda que nombrar a Miguel López (conocido como Miguel el del cine) que era el encargado de marcar el campo. Sin esta gente, muchos ya fallecidos, el club de fútbol de Valsequillo no sería lo que es. Mi padre nos llevaba de chiquillos a mi hermano Manolo y a mí a despedregar el campo a mano, y allí estaban todos ellos dando el callo para dejar el campo en condiciones, campo de Mirabala como supongo sabrán. Porque anteriormente el Valsequillo jugaba en otros sitios como por ejemplo en La Barrera, cerca de La Hoya Marina y en otros sitios donde, al final, se pasaba la bandera del club y esa era la recaudación para el mantenimiento del mismo y también hacían acto de presencia los vendedores de helados con sus típicas cornetas para también hacer un durillo e ir escapando. El presidente del club era Domingo Quevedo del que decía Ventura, el padre de Pipo, que sin él no hubiera habido ya fútbol en Valsequillo, el resto de gente antes nombrada formaba la directiva del club. Financiaban el equipo con sus propios medios y no sólo no ganaban dinero sino que muchas veces tenían que ponerlo de su bolsillo. Se encargaban de los bailes de la época montado el cañizo y cobrando las entradas y otras labores parecidas, todo para recaudar fondos para el club. Cualquiera de estos personajes hicieron méritos sobrados para que hoy el club llevara su nombre, por encima de todos Domingo Quevedo; pero, lo que son las cosas, hay gente que se pasan la vida jugando a la lotería y no se gana nada y otros al que la regalan un número y se saca el gordo, pero en fin…, que le vamos a hacer si la gente de nuestro pueblo son incorregibles. Otra fuente de financiación, aparte de cobrar las entradas, era la cantina, cantina que levantaron ellos mismos con sus propias manos ayudados en esta ocasión por el ayuntamiento y que es lo que hoy en día explota gente a la que las distintas fotografías que adornan las paredes interiores del recinto les parecerán carteles viejos de una época remota. Creo que también al que hace las veces de presidente, ex-concejal y asesor venido a menos, le pagan un sueldo por desempeñar dicha función y no sé si le gustará el fútbol.

futbol 4

            Una cosa que me llama la atención de nuestra gente, la genuina, es su inventiva. Se acuerdan de cuando se creó el grupo de «colegialas» (tos eran machos) y la armábamos, en el buen sentido de la palabra, en los carnavales de Agüimes y ya al final en los de Las Palmas. Se ponían una falda negra, una camisa blanca, unas medias blancas, una rebeca color vino, unos zapatos negros, una peluca y si tenía usted pelo, se hacía la toga y a vacilar como un pulpo. Pues en ese orden de cosas y como a Juan el largo si había una música que hubiera hecho mella en su vida fue la de los 60, pues se le ocurre hacer una fiesta privada en la que él y todos sus amigos con sus respectivas mujeres rememoraban esa época, al principio la hacían en el cine hoy desaparecido junto con nuestro recuerdo de él. Así año tras año se reunían y hacían esa fiesta ese grupo de amigos tratando de ceñirse a la época que rememoraban, o sea, la música de ese tiempo y el estilo de bailar, hasta que el ayuntamiento cogió esa idea e institucionalizó el acto. Pues bien, de aquella fiesta ya sólo queda el nombre, hoy más parece una fiesta de disfraces que otra cosa y para mi martirio todos los años tienen que traer al tal Santomé que creo que cobra una buena pasta por poner la música que se le antoja. Si el invento surge aquí por qué tiene que venir nadie de fuera a decirnos como hacer las cosas.

            Hace pocos días asistí a un concierto de música en la Plaza Tifaritti, concierto que daba la banda de la escuela de música y de la cual creo que son contadas las personas del pueblo o por lo menos yo no conocía a la mayoría. Bueno, eso quizá no tenga tanta importancia, pero lo que si me sorprendió era que el público era todo de fuera o a lo mejor viven aquí, pero tan sólo habían dos muchachos de Valsequillo aparte de mí. También pasaron unos señores regalando zumo, refrescos, agua y chocolatinas los cuales tal vez trabajen en servicios sociales, pero tampoco los había visto en mi vida. Seguro que todavía sigue vigente la idea de que se tiene que seguir enchufando gente de fuera porque los de aquí no están preparados, la cuña que más aprieta es la del mismo palo. Seguro que para votar si estamos preparadísimos y después si te vi no me acuerdo. En las próximas elecciones que a nadie se le ocurra pedirme el voto, que se lo pidan a esa gente que tanto los quiere, no hay más que ver cuando cogen el micrófono entre canción y canción como llenan su discurso de elogiosas palabras hacia nuestros mandatarios, pues por mi parte que vayan a esos personajes a pedirles la continuidad en el cargo.

            Resumiendo, que los Valsequilleros y las Valsequilleras nos hemos convertido en convidados de piedra, en extraños en nuestro propio pueblo en el que vemos como adquieren protagonismo gente a la que si le quitas el puesto de trabajo no se vuelven a acordar más del pueblo que nos vio nacer, apuntalados por los títeres de turno que con tal de mantenerse en el poder mandan al carajo nuestras ancestrales costumbres y tradiciones. Y sin más que decir me despido creyendo cada vez más cercano el día en el que nuestro primer edil sea un foráneo como sucedió en los pueblos que antes nombré.

Agustín del Pino Calderín

            «Nunca te alejes del nido si quieres vida dichosa, que el fin del muerto es la fosa y el del ausente… el olvido.»

Sentencias del tata viejo

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