YA TOCA HACERLE JUSTICIA AL «VALBANERA»

La política no solo entiende de inversiones. También cuentan, y mucho, los gestos, sobre todo aquellos que llevan pareja una fuerte carga simbólica. Partiendo de esta premisa, ¿qué interpretación tiene que las instituciones canarias, y, con ellas, las de España en su conjunto, hayan ninguneado durante décadas la tragedia del Valbanera, al que algunos llaman el Titanic de la emigración canaria? Se hundió hace 100 años, un 10 de septiembre de 1919, con 488 pasajeros a bordo, el 80 o 90% de ellos canarios. Y sigue bajo el agua en la costa entre Cuba y Florida, como testimonio dramático de una época de Canarias en la que el futuro estaba fuera, en la que la única salida estaba en emigrar, sobre todo a América. Sin embargo, un golpe así, tan dramático, ha pasado casi desapercibido si no fuera por el empeño de algunos investigadores, colectivos como Salsipuedes, y de algunos descendientes de las víctimas por mantener viva su memoria.

El Valbanera nos reconcilia con nuestro pasado, pero también con el presente de muchos pueblos en el mundo que hoy siguen emigrando mientras nosotros, una vez más, miramos para otro lado.

Uno de los esforzados guardianes del legado que representa el Valbanera, Julio González Padrón, marino mercante jubilado, cuenta, como solo él sabe contarlo, que él mismo se percató, casi de casualidad, cuando operaba en aguas norteamericanas, en 1987, de hasta qué punto se ignoraba en España la desgracia de aquel mítico barco de la naviera Pinillos. Entraba con su barco en un puerto norteamericano, en New Haven, y se dio cuenta de que todas las embarcaciones tenían la bandera a media asta y de que hasta el práctico portaba un brazalete negro en el brazo. Cuando preguntó por el motivo, aquel buen hombre le reprochó que un oficial de la marina inglesa, porque entonces Padrón trabajaba en una compañía británica, no supiera qué día era y qué se conmemoraba. Se recordaba, le dijo, el hundimiento del Titanic. Padrón salió del brete como pudo y supo, pero no tardó en reflexionar y darse cuenta de que aquella anécdota le ponía ante el espejo lo mal que este país había y ha tratado a las víctimas del Valbanera.

Tan dados como somos a darnos golpes de pecho con nuestra idiosincrasia solidaria, a regodearnos de nuestra apuesta por lo nuestro y a levantar monumentos en calles y plazas, con el Valbanera miramos para otro lado. Por eso es bueno que ahora, aunque sea ahora, cuando se rememoran los 100 años de la mayor tragedia de la navegación civil en España, el Cabildo de Gran Canaria escenificara ayer el dolor por aquella pérdida en un gesto tan simbólico como necesario de poner sus banderas a media asta. Está bien, hacía falta, pero debería ser solo el punto de partida para una apuesta más ambiciosa. El Valbanera nos reconcilia con nuestro pasado, pero también con el presente de muchos pueblos en el mundo que hoy siguen emigrando mientras nosotros, una vez más, miramos para otro lado.

Gaumet Florido

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