NO PUDO VOLVER A SANTIAGO
La Consejería de Educación mandó o destinó a mi hijo a dar clases a Tenerife, concretamente a Santiago del Teide, y me convidó para que lo acompañara en su nueva singladura (entra por primera vez en la escuela pública) en tanto se instalaba en el piso, pagaba la fianza y el primer mes de alquiler, como es habitual en estos casos, ordenaba los cuatro cachivaches: loza, platos, escudillas…, ropa, algo de comida, etc.; conocer personalmente a los caseros, ya que el negocio se hizo o realizó vía internet y como es lógico necesitamos, sí o sí, poner rostro y voz a las personas con las que vamos a tratar o relacionarnos, que dicho sea, resultó ser un encanto de mujer de la que hablaremos más adelante si la suerte nos favorece y el tiempo acompaña. Visitar el colegio – y continúo- y a sus compañeros, osease, cumplir con el ritual de obligado cumplimiento de la presentación del curso 18-19, al día siguiente lunes y a primera hora, etc.
Por lo que héteme aquí en Santiago, apenas pasadas las ocho y media pateando sus calles, callejuelas y cuantos recovecos habidos y por haber tenía y tiene dicho pueblo y, por supuesto, sospecho, bajo la atenta y desconfiada mirada de los vecinos madrugadores que se preguntarían, y no sin razón, que qué coño pinta este gofio perdido por aquí y a estas horas mañaneras.
En eso estaba mientras me sorprendía una bandada de cuervos que graznaban y planeaban en aquel cielo azul y limpio rumbo a Masca. Y me alegra y embelesa porque como todos sabemos dichos bicharracos están en peligro de extinción y si nadie lo remedia perderemos a una de nuestras aves, pese a su mala prensa y en nuestra cultura, puesto que siempre la hemos asociado al mal, a la brujería, a lo siniestro…pero que sin embargo, son de lo más curiosas e inteligentes o al menos más astutas del reino de las aves. Y me apena por aquello que dijo alguien de que por cada especie que desaparezca o hagamos desaparecer del Planeta, un poco más solos estaremos los humanos en el futuro.
Pero al grano. Mi hijo está pasando un mal trago en estos momentos. Su compañera está ingresada en el Hospital aquejada de una enfermedad de las llamadas raras, que a día de hoy y a tres meses pasados (que es cuando escribo esto), los médicos no dan con la clave, no tienen un diagnóstico claro. Cierto es que han ido descartando cuestiones como derrame cerebral o ictus, infección o inflamación del bulbo raquídeo, virus, bacterias, etc,… y experimentando y probando medicamentos varios en una carrera contra reloj, pero nada y ahí anda la cosa. En resumidas cuentas, que este percance como todos, nos ha cogido con el paso cambiado y ha supuesto un desbarajuste para toda la familia, porque para más jodienda ha coincidido con su marcha a la isla picuda y el hombre está, como no podía ser de otra manera, en un marasmo emocional, hecho polvo. Por lo que no he podido ni querido negarme a acompañarle para apoyarle y animarle todo lo que pueda y sea capaz, ya que los hijos, pase lo que pase, siempre serán los hijos y a fin de cuentas, uno vive y lucha por y para ellos aunque tardemos en entenderlo. Y aquí estamos, en el colegio con sus cosas y yo, como dije antes, deambulando como un alma en pena por estos hermosos parajes, matando el tiempo, contando cuervos y rumiando incertidumbre como si de cochafisco se tratara, hasta que se hagan las once para tomarnos un cafelito y de paso conocer a sus compañeros de faena, que sabido es que la curiosidad mató al ratón, ¿o al gato?; a saber.
Tanausú tiene en mente pedir unos días a la dirección del colegio, como si dijéramos intentar ganar algo de tiempo para ver si mientras se aclara algo la situación y no verse obligado a pedir traslado, porque tanto a él como a mí nos ha gustado el lugar, el colegio y su equipo humano, que es al fin y a la par de lo que se trata. Y, efectivamente, a los dos días nos volvimos a la Gran Canaria con el convencimiento de que en ese período o impás cambiaría el panorama y así regresar nuevamente y con más brío y tranquilidad a su destino. No fue así y no pudo volver a Santiago. Pidió traslado a nuestra isla y afortunadamente se lo concedieron. Y aquí está alternando trabajo y hospital a partes iguales, aunque en honor a la verdad, más exacto sería decir desiguales, porque pasa la mayor parte de su vida en el susodicho centro, en un permanente desconsuelo, en un sin vivir.
Mi hijo, a diferencia de un servidor, es un optimista incorregible y ha ido normalizando el gaje todo lo que ha podido y se ve más relajado, más centrado, y toda la familia nos alegramos porque si se hubiera quedado en Tenerife con el nivel de angustia y zozobra de los primeros momentos, pese a lo que nos pueda gustar la isla, ya se hubiera quedado sin alma, sin la santísima, pero sobre todo sin culo. Pero ahora y cambiando de tercio, nos toca hablar de la casera, aunque tengamos que dar marcha atrás bruscamente a esta narración y situarnos en el domingo, que fue cuando contactamos con ella y llegamos a la isla. Dije anteriormente que la casera resultó ser una persona extraordinaria, de buena chasina y de mejor conversación. Pero decir y digo también, que tal vez por la idea o prejuicio que tenemos de relacionar este mundillo de compradores, vendedores y alquiladores de pisos o viviendas o como queramos llamarlo, con algo opaco y turbio y de vincularlo mayormente con personas frías, calculadoras y con apetito voraz y desmedido por el dios dinero, esta mujer nos demostraría que no siempre es así y que no deberíamos hacer juicios de valores precipitados (esto lo digo yo).
Pero aún a sabiendas que en los viñedos y parrales del señor hay de todo, reincidimos, siempre nos pasa lo mismo porque ¿quién le pone el cascabel al gato, cristiano? Sea que creyó y se puso en la piel de mi hombre o por esa capacidad de empatizar innata en la mujer, o al menos creo más desarrollada que en los hombres, que he llegado a pensar que puede que esto tenga algo que ver con el sentimiento o su condición maternal, no lo sé, el caso fue que conectó a la primera con el mentado, diciéndole que si las cosas no mejoraban y tenía que quedarse en su isla, ella le devolvería el dinero. Y no solamente cumplió con su palabra, sino que además le ofreció para cuando María mejorase, un techo donde pasar unas vacaciones en no recuerdo qué lugar de Tenerife. Y seguimos conversando de lo humano y lo divino y por senderos y derroteros varios, como ocurre siempre que hay buena conexión y complicidad entre las gentes; hasta que en un momento dado nos largó:
-Miren, no se los quería decir para no crearles falsas expectativas, pero se los diré de todas maneras: la directora del centro (que también y como pueden deducir, era y es una mujer), es mi cuñada y estoy segura que hará todo lo que esté a su alcance para facilitarles la estancia aquí.
Y así fue como se demostraría al día siguiente. Esto querido lector puede parecerte una llantina o matraquilla de viejo sentimental y no te lo reprocho, ya que bastante tormento tienes con leerme (si me lees). Pero cuando aterrizamos en cualquier lugar desconocido y por primera vez, llegamos desorientados, perdidos y con una sensación o sentimiento de orfandad y abandono del carajo, y si encima estás emocional y anímicamente tenso como es el caso, ya ustedes me dirán. Por lo que un empujoncito, un pequeño soplido de aliento, por ínfimo que sea, es bienvenido y se agradecerá siempre. A menos que no estés demasiado contaminado y la ingratitud no te haya podido y perdido del todo.
La mujer en cuestión se llama Julia y desde aquí, de Tenteniguada de Valsequillo, toda la familia de Tanausú y él mismo te damos las gracias, porque en el fondo somos gestos, somos lo que hacemos, lo demás, literatura.
Tenteniguada 2018
Lelo
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