CASI UN CUENTO: AMARGA HORA

san juan 2Aquel año hubo una más de las tantas crisis que se daban regularmente en el seno de las fuerzas vivas del barrio, entendiéndose por estas, a los cuatro locos que metíamos el jocico en la pila de cualquier chiquero, sin importarnos demasiado el tipo de fregadura que nos encontraríamos. Aquel año, fuera porque el cura no nos dejara hacer nuestra real y no tan santa voluntad; bien porque los parroquianos años tras años nos ponían verde con el asunto del dinero…¡Hay de aquel que se comprara coche por San Juan!, aunque fuera un fotingo de cuarta o quinta mano, como fue mi caso.

– ¡¡Compró el coche con el dinero de las fiestas!! ¡Hay que ver! ¡Mía tú quién lo iba a decir! Siempre fue muy espabilao. ¡Qué vengan el año que viene a pedir a mi casa, que les voy a dar dinero para sus coches y sus mierdas! Sobre todo el zorrito ese de Miguel rosa. ¡Quite pallá!

Con esta cantinela y más fuerte a veces, especialmente las mujeres, estaban medio año hasta que el temporal o el aburrimiento amainaba o hubiera otro acontecimiento o chismorreo más importante y jugoso que hiciera olvidar chiquito guineo. Pero la crisis del año que nos ocupa y seguimos, no creo que tuviera nada que ver con las retahílas del vecindario, que en algunos casos no les faltaban razón y que, por otra parte, también estábamos acostumbrados, fue más bien creo, que nos amularíamos unos con otros, para hacer real ¿viral?, la máxima de Juanito Afonso cuando se fajó a la piña limpia con su burro y le dijo aquello de que “a razón me ganas, pero a bruto no”. O simplemente porque no tocaba de puro hastío y repetición. Lo cierto fue que apenas quedaban diez días para el 24 de junio y no había aparecido un triste guirre para poner en marcha las sanjuaneras. Pero hete aquí, como ocurre de vez en cuando, que con la llaga el remedio, aparece en escena o en el horizonte en una de aquellas tardes-noches, mientras yo trasteaba por el lugar que más tarde sería mi casa, en tropel cuál Séptimo de Caballería o Quinto Regimiento pero sin Custer y sin Líster, por supuesto, un grupo de personas. Paquito, Miguelito, Antonio, galvanes todos y además familia, y otros, Pepe Cabrera, Paco Suárez el mosquito, Antonio Peñate el carpintero…Y si había alguien más que me disculpe, pero no me acuerdo. Sin embargo recuerdo, como para olvidarlo, que sus intenciones eran claras: meterme de nuevo en el fregenal de las fiestas. Quien llevaba la voz cantante como siempre era Paquito Galván.

CARRRERA CABALLOS 3

-Esto no puede ser amigo mío. –empezó- Esto es una vergüenza para nosotros y el pueblo de Tenteniguada.

-¿Qué es una vergüenza Paquito?- logré decir mientras él daba vueltas como una noria o veleta dislocada alrededor de nosotros, como era su costumbre y temperamento.

-Que a tres días de San Juan, todavía no tengamos ni siquiera comisión. Yo no he visto cosa igual en la vida que tengo- dijo.

-Será que las gentes este año no quieren saber del tema. Estará por no- se me ocurrió, por decir algo.

-No, no, esto no se puede quedar así- dijo alguien o el mismo Paquito.

-Algo hay que hacer- terció otro.

Que si parriba, que si pabajo nos pusimos en marcha deprisa y corriendo. Elegimos la comisión, no sé si aquí mismo en mis predios o en el Tele-club. Nombramos los piostes distribuyendo las zonas por donde teníamos que pedir cada uno. Elaboramos el programa, en realidad no es más que una manera retórica de hablar, porque lo que hicimos básicamente fue copiar o calcar el del año anterior tal cual, eso sí, cambiándole los dibujitos, y lo de siempre: caracoleadas, verbenas con Los Diamantes y su Bandurria para la noche mágica, amanecida, diana floreada con la Banda de Agaete, como no podía ser menos. Feria de ganado con grandes premios (500 pesetas) a la mejor vaca, toro, becerro, novilla del país, absténganse caballos, mulos, burros (había peste equina), las cabras si pueden traerlas, ya que no dejan de ser unas cabras, que ya tendremos acuerdos con ustedes si nos sobran perras. Santa Eucaristía en honor del patrono, con no sé cuántos curas, presbíteros, diáconos, ecónomos…el obispo no podía venir porque, al parecer, tenía un compromiso ineludible con los Drag Queen, y procesión por las principales calles del pueblo, ¿fácil, no?, no había más que dos. Y como colofón, esta palabra era muy de Armando Peñate que por alguna razón no estaba ese año en la parrandola, fin de fiestas con grandes y afamadas carreras de caballos.

Porque como todos sabemos por aquellas lendas y calendas había una gran afición a este deporte hípico, cuasi vernáculo, no solo en Valsequillo, sino en toda Canarias, me atrevería a decir. Y, en consecuencia, no había programa de festejos que se preciara que no incluyera en sus páginas, casi siempre finales, aquello tan recurrente y manido de “y como final de fiestas”, espectaculares carreras de caballos, pongamos por caso, entre el Alazán de los pobres y el Lucero de Pino Santo, que sería de los ricos, supongo, por lo de las diferencias de clases y el corrido mejicano.

Hay que decir para situarnos en el tiempo-espacio ya un tanto lejano en el calendario y en mis doloridas costillas, no era como hoy que con un móvil, un talonario o tarjeta bancaria y desde cualquier punto y lugar se puede organizar cualquier tinglado, salvo recaudar el dinero necesario, claro está. Por aquellos años apenas había teléfonos públicos y los privados, para qué les cuento, cosas de personas pudientes, más bien. Todo era presencial y había que ir por las casas de las gentes para convenir, negociar, tratar actos y precios, y aunque no venga muy a cuento ¿o sí?, los pagos había que hacerlos con dinero contante y sonante. El concepto o la vaina esa de talón, tarjeta, factura, Hacienda, dinero negro, apenas se conocía. El dinero de entonces era más bien poco, pero blanquito y limpito que daba gloria tocarlo, tal vez por lo del sudor de la frente, que se encargaba de lavarlo y no como ahora que hay lavadoras especiales para esos menesteres. Por cierto, ¿estoy por saber quién fue el gracioso o lumbreras que se le ocurrió ese término de dinero negro? Siempre hay algún aguafiestas que eche a perder las cosas, que las encharquen.

Lo real fue, y para no irme por las laderas de María Pérez, que entre otras tareas nos encomendaron a Paco Suárez y a mí, tal vez por ser más versátiles, más jairos o porque teníamos coche propio, que organizáramos las carreras de caballos. ¡Amarga hora! Recorrimos antes que nada nuestro entorno más inmediato y cómodo. Higuera Canaria, San Roque, Lomitos de Correa, Valle de los Nueve…y naranjas de la China. Todos tenían compromisos para esas fechas o te decían que si no era con tal o cual caballo no corrían, cosa que no entendíamos del todo, ilusos de nosotros (Ya lo entenderíamos más tarde); algunos que si tenían que herrarlos, otros que si a su caballo se le fastidió la pata no sé dónde ni cuándo. En fin, que quién nos dejó una puerta entreabierta o más bien una rendijilla, fue Nonito el nuestro, el de toda la vida. No se comprometió del todo pero tampoco nos dio un no rotundo, por lo que decidimos, por si acaso, probar por la zona de San Mateo-Santa Brígida y sus incontables e interminables barrios. Las Meleguinas, que tenía desde siempre una gran tradición; Pino Santo, que lo mismo, El Madroñal, El Hornillo, El Fondillo…Las Lagunetas, La Lechuza, y no recuerdo si estuvimos en Utiaca también. Y nada. Yo no sé si nos encontraban muy jóvenes o informales, con poco fundamento y menos jango, pero la realidad fue que casi todos los caballistas tenían la misma o parecida canción. Y el tiempo pasando y el día señalado cada vez más próximo.

El acto estaba programado y anunciado hasta el hartazgo y teníamos que cumplir a como diera lugar, sin no queríamos que nos lincharan, y no en sentido figurado como se podría pensar, ya que con mis antecedentes…¡agüita! Porque además eran tiempos serios, no como hoy que nadie cumple ni sus programas ni sus promesas. Y donde dice dije, digo Diego y tan pancho, porque tampoco nadie pide responsabilidades y la capacidad de olvido de los humanos es tremenda e infinita y, en algunos casos, gracias a Dios. Por los años que nos trajo hasta aquí y ahora, se confiaba en la palabra dada, era como un documento o contrato tácito que todos cumplíamos a rajatabla. Hombre sí, para que negarlo, siempre había un chaflameja dispuesto a tocarte las narices, amén de otros órganos, pero era, por lo general, la excepción que confirmaba la regla. En resumidas cuentas, que faltaba apenas nada para el día D y estábamos como al principio, oséase, sin caballos y sin jinetes. Por lo que decidimos probar de nuevo con Nonito.

-Nonito-le dijimos- estamos a la desesperada. Hemos recorrido la Meca y la Seca. Le hemos prometido a las gentes unas buenas carreras y a día de hoy, cantares y malagueñas. No tenemos nada. Mire a ver hombre. No nos deje con el culo al aire. Hable con los Perdomos a ver si puede hacer algo. Mire que pagamos bien, que las gentes de Tenteniguada no somos del medio jigo pa’l kilo (aquí recurrí, como quien no quiere la cosa, al sentimiento nacionalista); y no somos jediondos con el dinero y bla, bla, bla…

Que si sí, que si no. Que si esta vida o la de más allá y algunos que otros tanganazos de rones secos le arrancamos el compromiso de hacer las carreras. Y la hicieron. ¡Vaya que si la hicieron! Pero fue tal chapuza y amañamiento que hasta el otro día y después de casi cuarenta años, los vecinos con más memoria y jocosos, que no jacosos, o más provocantes, me tiran en cara la tomadura de pelo que junto a mis antecedentes y el hecho de comprarme una carraca para San Juan, me dejaba herido de alas y desprestigiado hasta el día de hoy. Por lo que digo que, a veces, no está tan mal saltarse las promesas y programas y a vivir que son tres días.

Lo bueno de esta experiencia fue que me ayudó a descubrir que mi vocación no pasaba por el mundo ecuestre precisamente y mucho menos por organizar eventos hípicos. Al mismo tiempo que a conocer algo de este mundillo que, al menos, por aquellas fechas era bastante turbio y fullero. Conclusión: AMARGA HORA.

Tenteniguada, septiembre de 2018

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