ESPECTÁCULO EN CAMPAÑA ELECTORAL
Todo espectáculo que se tercie necesita al exhibicionista, al que mira y el escenario mediático. La manera en la que se mueven los políticos durante la campaña electoral ha cambiado con el paso del tiempo y ahora el cómo es casi más importante que el qué con la fugacidad de las redes sociales y la política convertida un circo televisado. Se inaugura un trozo de acerca si hace falta justo para salir en el informativo de las 14.00 horas de la tele pública o se hace el ridículo contando los pasos de un carril bici mientras te graban con el móvil. Todo vale con el objetivo de hacer ruido y conseguir muchos likes y compartidos en Facebook, Twitter o Instagram.
Nosotros, los medios, somos cómplices del teatrillo, el altavoz de toda esa escenificación forzada del candidato en estas semanas de promesas con fecha de caducidad. Sin embargo, cuando hay que dar la cara para despejar las sospechas, se entra dos horas antes al juzgado para evitar a los fotógrafos por la puerta de atrás como los delincuentes peligrosos, en plena semana festiva y con los votantes en cholas, para evitar la imagen del investigado y conseguir que los titulares incómodos pasen desapercibidos entre las procesiones y los días de playa.
«Dudo que muchos sean capaces de recordar una propuesta nítida de ninguno de los candidatos…»
En campaña proliferan los ritos de masas: hay que dar carnaza al espectador para que disfrute del espectáculo y se identifique con lo que se le presenta sin recurrir a su razón. Se entra en una carrera de descalificaciones, verdades a medias y fuegos de artificio. Se compite por las audiencias, por salir más minutos en pantalla, por la supervivencia en las urnas. Se trata de una pugna continua por hacer titulares llamativos que menoscaben al rival en la carrera hacia el trono. Ahí nos toca hacer una autocrítica gremial. No todo vale por las audiencias o para vender periódicos. Y no hay que culpar a la digitalización de la información maliciosa, sino a cómo se consumen las noticias en estos momentos y la digestión poco crítica que hacemos de la información en período electoral.
Dudo mucho que hoy muchos sean capaces de recordar una sola propuesta de ninguno de los partidos que compiten para formar Gobierno después del 28-A, pero seguro que todo el mundo vio a Casado, Rivera y Abascal cocinando con Bertín en su casa o las intervenciones en El Hormiguero. En clave local, nadie olvidará a Medina y su oportunista mitin justiciero mientras echaba a la estrella caída del escenario, o a Nardy vestida de rojo en el Paseo de Chil. Propuestas, pocas y poco convincentes. Solo espectáculo.
ALBERTO ARTILES