LAS MOTOS SE RESPETAN
VOZARRONES DE MIEDO INFANTIL

Pedro Sosa fue uno de esos hombres que asustaban a los niños, por el tono de su voz. Enérgico, un tipo sin escrúpulos, que le vio las orejas al diablo desde chico. Trabajó en la tierra de “sol a sol”. Como decía la gente antigua por el sobreesfuerzo.
Ya de «Galleton» encarriló su vida en las labranzas, en los animales y pastoreo. Se casó joven y se fue a vivir al Lomo Peña a una antigua casona de finca que el terrateniente le cedió, como parte del jornal por cuidarle los animales
Era hombre empecinado derecho y poco dado a las simpatías y “raleras”, tuvo una casa de chiquillos grande, una tras otro hasta 9 hijos.

Por ello, quizás, mantuvo el respeto como principal arma de defensa ante tanta patrulla infantil. La segunda era su voz. Fuerte, enérgica, como la de un Sargento primero. Bastaba un parón o un grito suyo, para que temblara la tierra.
Cierto día que abandonó la Hoya Niebla a visitar su familia, arriba en la Pepina, La Gavia, a casa del tío Miguel, de relance hacia alguna visita anual. En los años sesenta las únicas visitas que se contemplaban en la vida social y rural eran las familiares. Entierros, misas, etc.
Adentro entre la casa y la cueva de tosca, de Miguelito Ramírez, aparcaba la Francis Barnett. Caballo y cuarto, con la que iba al mercado de Telde. La moto del abuelo, que tantas historias he contado, tenía un espacio privilegiado en el patio de la casa.
Periquillo, el hijo mayor de Pedro Sosa era desinquieto, le gustaba curiosear y tocar, cuestión esta, que alarmaba a su padre constantemente.
Se acercó a la moto e intentó subirse, con tan mala suerte que se le viró a un lado, cayendo encima unos seretos de higos y mercancía que tenía embalada para el mercado
Para qué fue aquello cristiano… Le metió dos vozarrones y con la misma acción lo levanto por un brazo, para darle dos “Tortas” de castigo.
Fue entonces, con el chiquillo en el aire, colgado por una mano. Dijo:
-Foosshh! ¡Coño! ¡Este cabrón se cagó todo!.
Y es que cristiano, hasta las tortas sobraron. Para cagarse por las patas pa’ bajo, en la época.
FELI SANTANA